Ya. ¡ Ya estoy de nuevo conectada ! ¡ Dios mio , cómo he echado de menos mi internet ! Ya parecía un yonqui con síndrome de abstinencia. Si , si , si , soy una adicta a mi blog.
Dicho esto , pasaré a contaros mi periplo transoceánico.
Tras despedirme de la Madre Patria y todo el resto de la parentela , me encontré sentada en el coche , con mi hermana regañándome por mi retraso y cacareando , como ave de mal agüero , la más temible frase dadas mis circunstancias : " Vas a perder el avión ". Demonios , eso si que es dar ánimos a una hermana a la que vas a perder de vista por unos meses. Lo cierto es que , aunque me pese , llevaba toda la razón.
Pero que nadie se coma la uñas por el suspense. No perdí el avión. Si quien conduce es la hermana de servidora , el resultado es el obvio : llegas al aeropuerto , y por obra y gracia de toda la corte celestial , no te han multado por exceso de velocidad. Los milagros existen...
Una vez en el aeoropuerto tocó hacer lo de siempre. Facturar equipaje , hacer tiempo , tomar un café , hacer tiempo , oir a tus amigas decir lo que te van a echar de menos ( las muy...seguro que querían verme llorar...) , volver a hacer tiempo.... ( ¡ qué le vamos a hacer , es lo que básicamente hace uno en los aeropuertos ! ) y por fin , a embarcar...Besos , abrazos y la orden de siempre : " Escribe ".
Y justo cuando una está ya tranquilamente instalada en el asiento del avión , volando a tropecientosmil pies de altura esperando que aparezca la azafata con el deseado zumo , se te ocurre comenzar a leer el libro que llevas..., y zas..., ahí te encuentras tu último eslabón. La cadena definitiva que te recuerda que tu pasado pesa todos tus años de vida. Y comienzas a extrañarlo tanto que no puedes evitar llorar como una niña desconsolada. Todo un espectáculo en un avión. Máxime , si como yo , perteneces al género de los que odian llorar en público. A mi me hizo llorar la carta que mis amigas , furtivamente , habían deslizado en mi bolso. Si. Felicidades. Lograron hacerme llorar. La carta atesoraba sus bendiciones , sus mejores deseos , y el texto de " Ítaca " de Konstantino Kavafis.
Tras dominar mis desbocados sentimientos , me encontré con Londres a vista de pájaro y claro , pasó lo que tenía que pasar. Me asaltó la nostálgia de nuevo. ¡ Demonios , si qué tenía la mañana sentimental...!
Despúes de aterrizar , pasar por aduanas y cambiar de terminal , me tocó lo mismo de siempre : ESPERAR.
Y por fin , el avión a Miami. En la sala de embarque conocí a mi angustiadísima compañera de casa.( Algún día se reirá de todo lo que vivió ). Desafortunadamente , nuestros asientos estaban lejísimos el uno del otro. Y yo me encontré franqueada por 2 mujeres a las que les daba pánico volar , tal y como pude constatar más tarde. Es curioso ver cómo reaccionan distintos seres humanos ante una misma circunstancia. Unos saltitos en el aire..., y ellas pálidas como un fantasma. Creedme , me dió vergüenza pasarmelo tan bien. Tenía la sensación de que mi regocijo era un insulto a su terror.
De lo largas que se te hace 9 horas y media en un avión mejor no hablamos. Por una vez en mi vida , estuve a punto de besar la tierra al más puro estilo papal. Y no fue porque llegase a la mítica tierra de las oportunidades. No.
Mis deseos de besar la tierra que tenía bajo mis pies , obedecía a la inmensa felicidad que me producía el hecho de dejar de ser una sardina enlatada. ¡ Aleluya ! ¡ No más avión ! Sólo llegar al hotel y tirarme a la bartola. Encendería la TV y trataría de mantenerme despierta hasta las 11 ( 4 de la madrugada en España. Hay que superar la diferencia horaria ). Pero como siempre , entre lo que uno planea y lo que la realidad impone , están los servicios de inmigración. Y si encima el país de destino es EEUU , la cosa se pone realmente pesada. Tres cuartos de hora esperando que realizasen sus gestiones , y unas cuantas preguntas exactamente iguales a las que ya me habían planteado , fue todo lo que necesitaron para sellar mi pasaporte. En fin , hay que ser comprensivos. No es fácil asimilar que en cualquier momento te pueden hacer saltar por los aires. Ese es un miedo con el que se aprende a vivir. Si no , que nos lo pregunten a nosotros los españoles.
Para cuando llegué al hotel estaba ya más dormida que un bebé y por supuesto , mi maravilloso plan se habían ido con cada uno de mis bostezos. Asi pues , me puse el pijama , me arropé , y hecha un gurruño me autodeseé dulce sueños.